martes, 2 de septiembre de 2008

Eliminación de roles


El libro Su hijo, una persona competente, de Jesper Juul, me venía buscando desde que leí alguna vez a Sole en dormirsinllorar, pero nunca nos encontrábamos. Recientemente, antes de irme de vacaciones, leí acerca de él, simultáneamente en la web de criar con el corazón y en el blog de María, donde hace un resumen muy bueno de lo que viene a ser el libro en esta entrada . Así que me hice con él. Realicé una lectura rápida y ahora comenzaré una más sosegada. Pero ya me ha removido por dentro. Justo cuando finalizaba la primera lectura, una amiga exponía una situación que tiene con su hijo. Al rato, leía esto, y no pude evitar pensar en ella, que me vinieran ganas de repetirle algunas de las cosas que iba leyendo. Como lo mío no es hacer resúmenes traigo casi todo el apartado, por si otras personas pueden ver cosas que les toquen de lleno. Vaya, que recomiendo la lectura de este libro.

Imagen de Mónica Calvo

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En algunas familias hay una fuerte lucha de poder entre padres e hijos; en otras, los padres se han resignado tanto que sus intentos esporádicos de inspirar respeto parecen no tener ni sentido ni efectividad. Y todavía hay más familias que tienen que tratar con hijos que desarrollan un comportamiento sintomático o problemático.

¿Cuál es la solución para estas familias? Desde mi punto de vista, todos los niños (independientemente de si llegan hasta el final en su búsqueda de límites) tienen que ser tratados con respeto. Los padres no pueden violar la integridad de sus hijos, su autoestima o su sentido de la responsabilidad personal. En lugar de eso, los padres deben actuar de un modo que parece paradójico. Si los niños quieren límites, parece obvio que los padres se los den; es decir, los padres deben adoptar sus roles tradicionales y autoritarios de “madre” y “padre”. Pero yo propongo lo contrario. Sugiero que los padres descarten estos roles y en su lugar, empiecen a reforzar su propia autoridad personal.

Esto no es fácil. Los padres necesitan tiempo para eliminar los reproches, rencores y críticas defensivas de sus expresiones y de su tono de voz, sobre todo si sientes que sus hijos están intentando minar su paciencia. Debido a la dificultad inherente a esta tarea, algunos padres recurren a una solución aparentemente más fácil, y que se corresponde con el clásico rol paternal: sustituyen su rol de autoridad absoluta en la familia por técnicas modernas y negociación y teorías educativas. Sin embargo, esta solución también es peligrosa. Confunde el autorrespeto adulto con la vanidad y equipara la necesidad de calor y contacto de los niños con su necesidad de reglas y disciplina.

Algunos padres no están muy dispuestos a prescindir de su roles tradicionales porque , si lo hacen, sienten como si perdieran algo valioso, especialmente, si el rol se ha convertido en su refugio, puesto que confirma su valor como adultos responsables. Estos padres básicamente se sientes desnudos al completo, como si no fueran capaces de asumir su responsabilidad paternal. Sin embargo, los hijos suelen sentirse más cómodos; de hecho, los niños madura, puesto que les parece que los padres están más presentes y son más reales.

Para iniciar este proceso de eliminación de roles, hay que escuchar las respuestas del contestador automático paternal en las distintas situaciones que surgen con los niños. Y , luego, cabe preguntarse:

- ¿es lo que pienso de verdad o tengo otra impresión?
- ¿Con qué parte de lo que digo estoy realmente de acuerdo según mis propias actitudes y mi experiencia?
- ¿Cuáles de mis comentarios son superfluos? ¿Cuáles heredados de mis padres y abuelos?
- ¿Con qué frecuencia digo cosas a mis hijos que me dolían cuando mis padres me las decían a mí?
- ¿qué cosas digo y hago por fidelidad a mi pareja?
- ¿Qué cosas digo porque he oído que las decían profesores u otros adultos?

Lo necesario en este momento es, durante unos cuantos días, observar a los hijos y escucharles cuando hablan de su vida diaria. Y luego cabe preguntarse:

- ¿Cuándo veo un destello de sufrimiento en sus ojos?
- ¿Cuándo miran desafiantes en señal de autodefensa?
- ¿Cuándo tensan la espalda en señal de rabia y desafío?
- ¿cuándo se intensifica su energía y se convierte en agresividad?
- ¿Cuándo tienen una mirada clara y su cuerpo está relajado?
- ¿Cuándo se sienten felices y seguros?
- ¿Cuándo parece como si hubieran alcanzado el éxito?
- Cuando lloran, ¿lo hacen por una frustración natural o porque están emocionalmente angustiados?

La mayoría de los padres que se hacen estas preguntas se percatan de que hay dos versiones de sus hijos: la de los hijos que existen en realidad y la de los hijos que han creado en su mente. Al comparar estas dos versiones, se debe determinar si las ideas preconcebidas sobre la educación de los hijos coinciden con la información que se ha obtenido de ellos. Una vez hecho esto, se debe hablar con los hijos, con la pareja, con los amigos. Y luego, cabe preguntarse:

- ¿qué imagen tienen los demás de mí?
- ¿Cómo me perciben?
- ¿Cómo percibo que soy?
- ¿dE qué fuente obtengo mis opiniones y actitudes?
- ¿Qué opiniones y actitudes representan mis valores verdaderos? ¿Cuáles debería dejar de lado?
- ¿Me pongo muy nervioso por las reacciones de los demás si cambio mis opiniones y actitudes?
- ¿Me atrevo a defender mis ideas o prefiero adaptarme a las de los demás?
- ¿He dicho algo recientemente que los demás han considerado que fuera extraño, doloroso o superfluo? ¿Comparto su opinión?

No podemos eliminar nuestros roles de un día para otro, ni es necesario que lo hagamos. Podemos ir paso a paso. Los niños perciben que sus padres empiezan a tomarse a sí mismo seriamente y responden cambiando casi inmediatamente su comportamiento. Incluso si los padres cambian su forma de actuar, únicamente porque quieren que sus hijos se porten “bien”, los niños perciben este cambio y modifican su comportamiento. Pero si los padres no son sinceros (si realizan estos cambios sólo “por el bien de sus hijos”), los niños retomarán en comportamiento anterior.